Silvina Ocampo en el cielo y en el infierno

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8 min readApr 25, 2024

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Por Abel Posadas

Aunque ahora haya gente que insiste en que estudió a esta escritora en el secundario, no le creemos. Algún cuento que haya publicado para niños, tal vez. Pero nos resulta difícil pensar que esta mujer pueda haber sido leída a los quince años.

En la Facultad de Filosofía y Letras no se la mencionaba, excepto para relacionarla con otros escritores. Fue así como la antología de Edgardo Cozarinsky, INFORME DEL CIELO Y EL INFIERNO publicada en Caracas por Monte Ávila, desencadenó un reguero de pólvora. Estábamos en 1970 y la señora Ocampo había quedado circunscrita al círculo de la revista SUR y a sus amigos personales. Borges, Jose Bianco, Enrique Pezzoni, Estela Canto, Juan Rodolfo Wilcock, Manuel Puig y alguno más no vacilaban en incitar a leerla. Hasta ese momento algunas líneas biográficas la presentaban como la mujer de Adolfo Bioy Casares y dueña además de una de las fortunas más poderosas de Argentina. Ella, por su parte, nada hacía para trascender el círculo de iniciados. Al parecer los reportajes no le interesaban y había que vencer muchos obstáculos para que grabara alguna declaración, cierto poema para Radio Municipal. Edgardo Cozarinsky lamentaba en el prólogo de INFORME DEL CIELO Y EL INFIERNO el olvido o la postergación que sufría su autora. En el cuento o, mejor, narración que da el título a la antología, quien narra advierte que “los demonios y los ángeles, que son parejamente ávidos” van a tentar al moribundo. Se advierte el macabro lirismo de esta página y media, y al propio tiempo nos obliga a pensar en los Ejercicios para la Buena Muerte que se estilaban los días viernes en algunos colegios religiosos, por lo menos hasta los años 50 del siglo XX. La autora ha conseguido un doble y marcado golpe que los adolescentes no van a tolerar. De ahí que la mayoría de los textos de Ocampo sean imposibles para un secundario. Ni siquiera responden a la fórmula tradicional del cuento. Se trata de acumulaciones vacilantes que pueden caerse o tirar al lector a lugares no deseados. En LOS GRIFOS, publicado en LOS DÍAS DE LA NOCHE (1970), el anzuelo es, en este caso, un fanal sobre el que caen matemáticamente gotas de agua. En la casa, algunos, como Borges, escuchan el ritmo y son capaces de seguirlo. Otros creerán que hace falta un plomero. Al parecer, los seres humanos se dividen entre quienes son capaces de sentir las melodías del prójimo y quienes permanecen encerrados en sus caparazones. Por ese fanal la autora se pierde en lugares que ella solamente conoce y llega al momento en que la comunicación le fue dada.

UN HUMOR PARTICULAR

Vamos a comenzar por “la desgraciada de Humberta”. El cuento se llama LAS FOTOGRAFÍAS y está incluido LA FURIA (1959). En realidad, son las peripecias de un cumpleaños en una casa pequeño burguesa que concluye con la muerte de la cumpleañera que deja de sufrir en su silla de ruedas. El comportamiento de las criaturas invitadas y de los mayores está sádicamente radiografiado. La autora expone una forma de vida que le es ajena y de la que se burla. En LOS AMANTES, incluido en LAS INVITADAS (1961), el asco por quienes han invadido el barrio de la Recoleta sale a flote con una rabia que intenta metaforizar en la burla. La descripción de las tortas compradas, el coito de la pareja luego de comer una por una las enormes tajadas, la descripción de las tortas y su animalidad puesta en primer plano, nos obligan a pensar de quien es ese barrio y cuales son los usurpadores. En EL CRIMEN PERFECTO del libro LAS INVITADAS (1961), el cocinero enamorado del ama de casa concibe el plan para que su amada quede solamente para él. La renuente familia muere pero también el cocinero sucumbe gracias al efectivo veneno que él mismo había preparado.En CELESTINA, también de LAS INVITADAS, esta mujer que manejaba cocina y despensa, necesitaba de malas noticias para ser feliz. Si las niñas de la casa no encontraban ningún desastre en los diarios lo inventaban. Cansadas del juego, le endilgan un racimo de buenas noticias y la matan, involuntariamente, claro. En LAS ESCLAVAS DE LAS CRIADAS, de LOS DÍAS DE LA NOCHE (1970), se presenta una sirvienta, ama de llaves, acompañante, cocinera y todos los oficios en una sola mujer que, además, es de una rara belleza. La anciana que la emplea está a punto de morir. Quienes la visitan no lo hacen por ella sino porque quieren robarle la excelente muchacha. Cuando se espera que el hijo de la moribunda la requiera para ciertos favores, el desorientado le dice textualmente: “¿No se vendría conmigo, preciosa?” Sucede que quienes iban a visitar a la que le quedaba un hilito de vida comienzan a morir y la única que persiste en su tarea de respirar, es la anciana, acompañada claro por ese portento que la cuida. No son pocos los textos en los que es posible encontrar guiños de humor corrosivo.

LA AGRESIVIDAD DIRECTA

En CARTA PERDIDA EN UN CAJÓN, de LA FURIA (1959), sabemos que quien narra es una mujer porque el texto así nos lo dice. Y es una mujer que ha perdido a su amante, también otra dama. Y la saluda, de este modo: “Cuanto tiempo hace que no pienso en otra cosa que en ti, imbécil”. Luego intenta congraciarse entre maldiciones: “Ningún amante habrá pensado en su amada como yo en ti”. No era común en Argentina allá por los años 50 poner en claro y por escrito la tendencia sexual de cualquier persona. Pero no es tanto esto lo que asombra sino el odio y la necesidad de aplastar como a una araña a la que fuera su amante. No es extraño. Hay algunos tangos cuya letra desborda resentimiento. Pero los tangueros, segun la tradicion, se aferran a una discreta heterosexualidad. Y para aumentar el disgusto, la que se fue se ha unido a un hombre. “…con mi odio construí para ustedes ese edificio de amor tan complicado donde viven alejados de mi por culpa”. Una situación similar se da en EL PIANO INCENDIADO, de CORNELIA FRENTE AL ESPEJO (1988). A pesar de que la abandonada anuncia “Si sigues tocando el piano lo incendio”, la que ha preferido a un joven aporrea las teclas. Y el instrumento se gana unas gotitas de alcohol y una tela. Pero la cabeza muerta de la traidora dice: “Toqué el piano con tanta pasión que se me incendiaron las notas”. El joven tenía entre las suyas la mano de la descerebrada. Y la ira de la narradora no se calma. El texto se desliza hacia el final apartándose del recuerdo y aferrándose a la perfección de la música o de la pintura. “Yo quisiera morir un día de la perfección de un cuadro o de una música o de un poema”.

Silvina Ocampo no fue la primera en entregarnos personajes con ciertos matices LGBT. Dentro de la vapuleada literatura de la época, es Renato Pellegrini que publica SIRANGER en 1957 y es crucificado por la homofobia reinante. Ocampo tiene varios textos que se incorporan al caudal LGBT. Y las feministas que analizan su obra priorizan esta variable olvidándose de que esta escritora es inabarcable.

ALEGRÍA QUE LLEGAN LA LOCURA Y LA DEPRESIÓN

De AUTOBIOGRAFÍA DE IRENE (1948) vale la pena señalar el complejo estilo que había alcanzado la escritora que comenzara bombardeando a los amigos con largas cartas que parecían no tener sentido. En el cuento homónimo, que recuerda a la novela ROSAURA de Guiraldes, Irene sabe que ha nacido para morir y tiene miedo de no cumplir ese destino, según nos aclara. Ha vivido ya lo suficiente “y la muerte será para mi una llegada y no una despedida”. La narradora le avisa a Irene Andrade que va a escribir su vida. Sabe que es una manera de ganarle a la muerte. Si Gabriel había significado una esperanza, cuando desaparece ni Irene ni el texto tienen ya sentido. De ahí la aparición de la narradora.

El campo, el interior de la provincia de Buenos Aires, sirve de escenario a EL IMPOSTOR, que acompaña la depresión de Irene pero cae en la locura. Si bien hay varios cuentos donde esta división del yo existe, dos conciencias en un mismo cuerpo, en EL IMPOSTOR, que en realidad es una novela corta, el paroxismo se quiebra y los dos jóvenes que viven accidentalmente en la estancia, son uno solo. La belleza de la locura se deshace cuando aparecen las “consideraciones finales” que dejarán tranquilo al lector quien, suponemos, habría ya sospechado la imposibilidad de la existencia de estos dos perdidos en una estancia abandonada. A lo mejor resulta demasiado extenso pero es una incursión en el terreno fantástico que no puede dejar de leerse.

SILVINA OCAMPO, UNA TENTACIÓN PARA EL GOLOSO

Ella se permite pasar de la prosa al verso sin pedir permiso. Ni siquiera con la autorización de Borges esto da resultado. Es una frivolidad, una coquetería afectada. Los alambiques por los que corre la certeza de una publicación resultan variados y tan frecuentes como sus enumeraciones. Tiene el dinero suficiente para comprarse una editorial. Esto es un arma de doble filo porque hay un porcentaje de estos textos que el lector abandona sin recuerdo y sin misericordia. Pero lo que se salva transforma a esta mujer en una de las mejores narradoras de América Latina.

Si sale de cauce se pierde. Vamos a un ejemplo: en EL VESTIDO DE TERCIOPELO, incluido en LA FURIA (1959), la modista llega hasta el Barrio Norte desde Burzaco. La pregunta que tiene derecho a hacerse el lector es sobre la necesidad de esa señora del que era distinguido barrio para conseguir una modista en Burzaco.¿Sabría Ocampo dónde queda Burzaco? La modista viene acompañada por una joven que se cuela en el texto con una muletilla:que la ofrece al lector como minusválida. A cada rato sale con ¡Que risa! No es extraño que la dama del Barrio Norte se muera ante semejante compañía.

El otro asunto a considerar es el del nonsense llegado directamente de Lewis Carroll y que esta gente utilizaba como máximo sentido del humor. Son varios los textos de Ocampo que hacen gala de un nonsense rioplatense. En EL RIVAL, incluido en LOS DÍAS DE LA NOCHE (1970), el triángulo que comparte una carpa en Misiones no va a caer en un crimen pasional y menos cuando el narrador dice de su competidor: “Lo miré como se mira un detergente”. El nonsense, mezcla de absurdo y agudeza, puede esconder desde las agresiones más ladinas hasta internarse en pruebas de alcance intelectual. Y estos escritores argentinos que tenían a los ingleses por modelos no escapaban de esta tendencia que siempre está a mano para suavizar las tensiones.

Tampoco la política es ajena a la ferocidad de Ocampo. Quien lea con atención EL SECRETO DEL MAL que figura en LOS DÍAS DE LA NOCHE (1970) o EL VERDUGO, en LA FURIA (1959) sacará conclusiones sobre aquella pareja que en el siglo XX hizo temblar a las tumbergias de la Plaza San Martín.

En cuanto a la traslación de los textos ocampianos al mundo de las imágenes, escaso es lo que puede decirse porque su escaso valor no lo permite. La voz de la escritora, algunas imágenes, el interrogatorio a la servidumbre y a quien fuera su marido la transforman en una integrante de la pasarela. Silvina Ocampo nació y murió en Buenos Aires (1903–1993).

BIBLIOGRAFÍA

Biancotto, Natalia: Del fantástico al nonsense: Sobre la narrativa de Silvina Ocampo, Orbis Tertius, vol. 20, N* 21, p. 39 a 50, Universidad de la Plata, 2015

Cozarinsky, Edgardo: Informe del Cielo y el Infierno. Seleccion e Introduccion a los cuentos de Silvina Ocampo, Monte Ávila, Caracas, 1970

Dominguez, Nora y Mancini, Adriana: La ronda y el antifaz. Lecturas críticas sobre Silvina Ocampo, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Buenos Aires, 2009

Fernandez, Belen Izaguirre, La obra narrativa de Silvina Ocampo en su contexto: confluencias y divergencias, tesis doctoral, Universidad de Sevilla, 2017

Ocampo, Silvina: Cuentos completos, Tomos I y II, Emecé, Buenos Aires, 1999

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